Año 5 Número 55 Ocubre 2007

Joe’s Crab

Stone

Sal y Pimienta
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Sal y Pimienta
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*Las críticas que presentamos en este espacio gastronómico están soportadas en las experiencias personales de expertos en restaurantes de Latitud 21. Todos los lugares que se mencionan aquí son visitados en anonimato y Latitud 21 paga por el consumo.
Ningún desembolso de otro tipo influye en los comentarios de este espacio gastronómico.

¿Qué hacemos aquí, Pimienta?

- Estamos listos para ser sensualmente agasajados en uno de los templos gastronómicos del Caribe. Siempre y cuando, claro está, te animes a consi- derar a Miami como parte del Caribe.
- Eso me queda claro. Lo que no entiendo es qué estamos haciendo en un restaurante de Miami, si nosotros escribimos reseñas sobre los talentos culinarios de Cancún y sus alrededores.
- Una bocanada de aire fresco, Sal. Estoy seguro que los lectores encontrarán apetitoso degustar, aunque sea por escrito, las especialidades que han hecho mundialmente célebre este comedero. Además, seguro que muchos lo conocen, y habrá algunos que incluso lo frecuenten.
- Pues qué calvario, Pimienta, porque el tiempo de espera me pareció excesivo. ¡Estuvimos tres cuartos de hora espe-rando mesa!
- Así es, Sal. Joe’s no acepta reservaciones y está siempre repleto, de modo que sus placeres exigen mucha paciencia. Un viernes por la noche te pueden tener en el bar hasta hora y media.
- Pues qué lata. Pero ya que logramos sentarnos, te ruego que pidas algo, porque me muero de hambre. Si no te apuras, voy a empezar a comer pan con mantequilla.
- Harías bien, porque es uno de los secretos de la casa. Siguiendo una tradición muy europea, este lugar hornea su propio pan. Y mira tú, aquí hay un biscuit de sal, una barra de centeno, un bollo de cebolla y un panqué de plátano. ¿Cuál se te antoja?
-No seas ingrato con mi dieta, Pimienta, se me antojan todos. Le voy a dar un pellizco a cada uno, pero please, sweethearth, llama al capitán y ordena.
- Lo haré en cuanto me digas el antojo del día. Yo me inclino por la especialidad de la casa, el stone crab, que podemos compartir, porque las porciones son de dimensión pecaminosa.
- Ese stone crab, ¿es lo que en México llamamos muelas de cangrejo moro?
- Casi me atrevo a decir que sí, Sal, porque he probado algo similar en las playas de Tuxpan, cerca de Veracruz.
- A mí me encantan, con chile y limón.
- Aquí las vas a probar diferente, sumergiéndolas en una salsa de mantequilla. Pero nadie te verá feo si preguntas por la salsa Tabasco. Voy a pedir una porción jumbo, aunque sea escandalosamente cara, casi 50 dólares la orden.
-¡Qué bárbaros! Pues de dónde los traen?..
- De sus propios criaderos. Joe’s tiene ese increíble soporte, son dueños de granjas y producen cientos de toneladas, cosa que les permite tener una calidad uniforme.
- Ya me acordé, Pimienta. Alguien nos platicó que les quitan una pata cada año, primero la izquierda, luego la derecha, y que los cangrejos tienen algo genético y la pata mocha les vuelve a crecer.
- Vete a saber qué tanto hay de cierto en esa leyenda urbana. Pero bueno, ¿qué pido después?
- La carta está tan larga que da flojera leerla. ¿Qué me sugieres?
- Te sugiero sacudirte la pereza, Sal, porque estás frente a un menú de alto calibre. Joe’s tiene sus orígenes en la sólida tradición de los fogones de Nueva Inglaterra y no te sentirás defraudada si pides un bisque de almeja o de langosta, o un filete de bagre, o un salmón de Nueva Escocia, o un steak de pez espada, o un lomo de dorado, o unos camarones al vino blanco. En fin, tienes de donde escoger.
- Pues yo aquí veo un steak, pero de atún y ennegrecido, que no me suena muy novo inglés.
- Otro mérito de Joe’s: ofrecer platillos de distintas regiones. Tu atún moreno proviene de Nueva Orleáns.
- Yo creo que voy a pedir unos crab cakes, Pimienta, aunque me critiques por pedir cangrejo para el antes y el después. Y aunque no lo creas, se me antoja también el soft shell crab, esas criaturitas de piel de quinceañera. Craso error, ¿no?
- Uno vive para disfrutar sus errores y lamentar sus aciertos. Pero sí te sugiero que dejes lugar para el postre.
- No tienes que decirme. Ya le eché un ojo al pecan pie y estoy dispuesta a compartirlo.
- Pues vamos a compartir también una botella de los viñedos de J. Lohr, un sauvignon blanc que está de antología, el Carol’s, que le viene tan bien a tus antojos como a los míos.
- Venga, buen mozo. Pero dime, ¿por qué en Cancún no hay un lugar como este?
- No me metas en líos, Sal, planteando preguntas sin res- puesta. En Cancún no puede haber de todo, pero el mundo es ancho y luminoso, y se encuentra al alcance de la mano.
- Tienes razón, Pimienta. Voy a relajarme y a dejar que los expertos de Joe’s restauren mi cuerpo. Pero te recuerdo que tú también tienes una tarea de gratificación pendiente, y no estoy hablando precisamente del espíritu…

 

 
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