Año 5 Número 55 Ocubre 2007


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Jorge González Durán
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Ignacio Griego Cuervo llegó a Cancún en 1978, empujado desde su natal Uruguay por una borrasca incierta. Vino, como Pedro Páramo, a buscar a su padre a este Macondo del Caribe, un tal Antonio Marta, un personaje que algún día deberá ser protagonista de una novela que narre las andanzas de un revolucionario heterodoxo, ajeno a dogmas y a consignas acartonadas.
Nacho Griego llegó a Mérida primero siendo un joven inquieto, con oleadas de nostalgia por sus hijos y su madre que se habían quedado en Uruguay, y de allí se trasladó a Cancún. Lo conocimos en 1979, cuando apenas concluía Felipe Amaro el primer año de su gestión en Cancún, que es cabecera del municipio Benito Juárez.
Su trabajo fotográfico, la sensibilidad con que miraba a través del lente las cosas cotidianas de Cancún, fue su principal aval para darse a conocer en esta ciudad que entonces era amable, gratificante para el espíritu. Éramos unos cuantos miles de habitantes que frecuentábamos los mismos lugares y caminábamos las mismas calles. Se estaba construyendo el monumento a la Historia de México. Pepe Delarra, el escultor cubano autor de la obra, trabajaba con fruición, pero se daba tiempo de compartir con sus amigos un café o un trago de ron y, sobre todo, una amena conversación sobre los más variados tópicos.
Nacho Griego imprimió cientos de placas del proceso de construcción del monumento, y de otras escenas de personajes, de la vida de todos los días y del paisaje del Cancún de esos años que han quedado en la memoria como una fotografía en blanco y negro, desdibujada por el tiempo.
Recuerdo que juntos hicimos un viaje a las poblaciones indígenas del centro del estado, a los municipios de Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos, para seleccionar algunos monumentos coloniales para una exposición fotográfica que así se llamó: Monumentos Coloniales de Quintana Roo. Nacho fue el autor de las espléndidas fotografías en blanco y negro y este escribano las ilustró con unos textos para intentar darles el contexto histórico. Pero las fotografías no las necesitaban. El arte no necesita explicación.
La exposición, montada en la planta baja del Palacio Municipal, fue un éxito. Fue inaugurada por el gobernador Jesús Martínez Ross y por el alcalde Felipe Amaro Santana. Cientos de personas, sobre todo niños y jóvenes, desfilaban a diario para observar imágenes de una historia que desconocían: las páginas desprendidas de la historia colonial de Quintana Roo.
Esas fotografías –más bien algunas de ellas- milagrosamente siguen expuestas en el edificio donde están las oficinas del gobierno estatal en Cancún. Han soportado huracanes, algunos tan devastadores como Wilma. Han aguantado la incuria del tiempo y el abandono. Pero allí siguen desde que se colocaron hace un cuarto de siglo. Mucha gente entra a ese edificio y no las observa. La gente pasa de largo, porque tiene prisa. Pero allí están esas fotografías guardando imágenes de otro tiempo.
Autoridades estatales han llegado y se han ido y esas fotos siguen en el mismo lugar de hace 27 años.
Hace unos días contemplé de nuevo esas fotografías que por un oculto sortilegio se conservan en buen estado, y vinieron a mi memoria los días de ese viaje con Nacho a Tepich, Tihosuco, Sabán, Sacalaca, Chunhuhub, Bacalar, Felipe Carrillo Puerto y otras poblaciones del centro de la entidad para que él imprimiera sus placas para la exposición que se inauguró en el marco del primer informe de la gestión municipal de Amaro Santana.
Nacho retornó a Uruguay hace 27 años. Allí vive entre Punta del Este y Montevideo. Pero aquí en Cancún se quedaron esas fotos suyas que, por alguna milagrería, todavía están en un muro de las oficinas del gobierno estatal en Cancún, sobreviviendo a huracanes, tormentas tropicales y el abandono en que se encuentra ese edificio público. Allí están, todavía, como la memoria de esos días que permanecen en nuestra memoria…

 

Jorge González Durán

 
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