En la cumbre

por Redacción

El desarrollo urbano de Cancún no se dio de manera natural desde ninguna perspectiva. El primer cuadro se proyectó para dar soporte a la masa laboral de la Zona Hotelera, entonces proyectada en 30 mil habitantes. Se subestimó el naciente producto turístico, cuyo crecimiento fue desorbitante y a la postre trajo consigo serias consecuencias de falta de infraestructura urbana y vial que a poco más de cuatro décadas se siguen padeciendo.

Este abrumador crecimiento sugirió nuevos trazos urbanos, pero erráticamente, no fueron lineales sobre el litoral -720 kilómetros del Mar Caribe-, como de manera natural ha sucedido en las principales zonas costeras de México y el mundo. Se demarcaron hacia el Noreste con rumbo al Suroeste, lo cual tuvo como efecto colateral un retraso en el desarrollo de Cancún hacia Chetumal, ante la falta de conectividad adecuada para potenciar tanto económica como  turísticamente la zona. Consecuentemente ese trazo a la larga provocó un descalabro en su plan de desarrollo urbano, y también vial… Pero esa es otra historia.

Cronológicamente el primer Plan Maestro de la Ciudad de Cancún tuvo sus orígenes en 1970, bajo el trazo de Infratur y el Banco de México. Fue hasta 1985 cuando ese instrumento de planeación tuvo un Plan Director de Desarrollo Urbano y su primera actualización hasta 1993, renovándose dos años más tarde, y proyectándose posteriormente en el tan sonado –y olvidado- “2020”. Las circunstancias de crecimiento obligan en los albores del 2000 a concretar programas parciales, el de la Zona Norte, la zonificación de Puerto Cancún y de la Tercera Etapa de Zona Hotelera, y es hasta 2004 cuando se publica el Programa Parcial del Polígono 11.

En cuanto a la estrategia para el centro de población de Cancún se planeó bajo la concepción de un sistema policéntrico, cuya organización permitiría disminuir desplazamientos y la desconcentración del área centro, y es en 1998 cuando se tiene el primer antecedente del programa parcial para incorporar la Reserva Sur al desarrollo urbano, tema de esta portada.

Ante el crecimiento de la mancha urbana se descentralizó el ombligo de la ciudad, y el nuevo núcleo se desplazó hacia la avenida La Luna, donde de hecho se concentra el mayor asentamiento poblacional en la actualidad, dando paso a un nuevo polígono aledaño, el Sur, cuya privilegiada posición geográfica, a pocos kilómetros del Aeropuerto Internacional de Cancún y a pocos más de la línea costera, fue capitalizada por el Grupo Inmobiliario Cumbres, bajo el liderazgo del empresario capitalino Moisés El-Mann, y bajo el brazo ejecutor de Edgar Villajuana, quienes han delineado la vocación, y plusvalía, de la zona, a través de exitosos productos inmobiliarios bajo el régimen de comunidades integrales. Desde su perspectiva dan la directriz para replicar a través de sus esquemas un plan de desarrollo ordenado y global que permita redirigir el futuro urbano del Caribe mexicano.

La visión de Grupo Cumbres ha ayudado desde entonces a amortiguar la desfavorable escena económica que ha golpeado a la industria inmobiliaria tras los colapsos de dos de las principales fuerzas motoras de este destino, Estados Unidos, como mercado emisor natural, y España, como principal país inversor, con más del 65% de inversión hotelera en Riviera Maya y con alrededor del 40% de inversión en Cancún. La estrategia de esta dupla fue dirigir su oferta a un segmento económico poco explotado, pero creciente y demandante.

La incursión del grupo al destino parecía excesivamente conservadora hace poco más de una década. La construcción del primer centro comercial de la ciudad en forma, Plaza Las Américas. Continuaría con la expansión de este formato a Chetumal, Playa del Carmen y Mérida. Vendría posteriormente el desarrollo inmobiliario, impulsando el Polígono Sur, donde también apuestan un ambicioso proyecto bajo el esquema de Country Club, con un campo de golf de diseño TPC.

Y es que hay visión, y mucha, de esta dupla, que ha llegado a la cumbre. El-Mann, como rey del ladrillo, y con madurez en sus desarrollos, creó el primer fondo de inversión inmobiliaria cotizado en la Bolsa Mexicana de Valores (Fibra Uno), constituido con los activos inmobiliarios que controlan a lo largo y ancho del país, y con ganancias apoteósicas, que le han permitido levantar vuelo hacia la internacionalización con la reciente adquisición de la red de oficinas de Banco Sabadell, tras una friolera inversión de 300 millones de euros en una sola operación.

Villajuana, con tres décadas afincado en la zona, ha sido un audaz contador, economista, estratega, asesor, tanto que dirigiendo Fonatur en un periodo importante destapó las cloacas burocráticas de uno de los principales productos inmobiliarios del Caribe mexicano, Puerto Cancún. También fue un importante eje precursor y rector en la constitución de una de las primeras comunidades integrales del Polígono Sur, Villa Magna.

Ambos lo han tenido claro. Han sabido dirigir a recaudo sus inversiones: al mercado mexicano, que ha sostenido su pujanza en una constreñida economía mundial.

 

[editor]mariana-orea[/editor]